Víctimas sí, pero no solo eso
Escrito por: Jesus Alejandro Valdivieso Alvarado, Sociología UNMSM
Correo: valdivieso.alejandro1995@gmail.com
Correo: valdivieso.alejandro1995@gmail.com
Dedicado a aquellas personas que
Aún
hoy buscan justicia, verdad
y
una reconciliación sin impunidad
Estamos próximos de cumplir 37 años del “inicio de la lucha armada” para los que en su momento conformaran el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso. Para otros sin embargo sería el inicio de dos décadas de terror y violencia. Lo curioso es que a pesar de que haya pasado tanto tiempo existen y persisten preguntas que quedan en el aire y que son necesarias de contestar para entender y comprender mejor tanto al “proceso” que va del 80-92 como a los actores que estuvieron involucrados directamente o indirectamente en dicho proceso.
Estamos próximos de cumplir 37 años del “inicio de la lucha armada” para los que en su momento conformaran el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso. Para otros sin embargo sería el inicio de dos décadas de terror y violencia. Lo curioso es que a pesar de que haya pasado tanto tiempo existen y persisten preguntas que quedan en el aire y que son necesarias de contestar para entender y comprender mejor tanto al “proceso” que va del 80-92 como a los actores que estuvieron involucrados directamente o indirectamente en dicho proceso.
Es que, así como no
podríamos entender el accionar de SL sin analizar el de las fuerzas armadas o
si quiera ver en qué contexto aparece este grupo radical de izquierda [1] tampoco podemos seguir
viendo esta parte de nuestra historia reciente bajo una dicotomía que no ayuda
a nada más que a generar estereotipos sobre cada uno de los actores, sí sobre
los senderistas también.
Me explico. Visiones
como las de victimas-perpetradores, buenos-malos,
revolucionarios-reaccionarios, terroristas-héroes, etc. Solo sirven para
entender quizá a medias cómo reaccionaron la diversidad de actores involucrados
en una cruenta guerra. Por ejemplo solo categorizar al PCP- SL como una
agrupación terrorista nos lleva a obviar su ideología política, su organización
interna, sus fundamentos teóricos; sin estos últimos aspectos solo tendríamos a
una organización formada por “fanáticos” o gente “loca” que se dedicaba la
mayor parte de su tiempo a hacer explotar algo. Entonces ¿Dónde entra el
terrorismo en el esquema de PCP-SL? En su accionar militar. Uno calculado para que
la reacción de las FF.AA fuese indiscriminada y que buscaba en los medios de
comunicación una “caja de resonancia”.
José Carlos Agüero en su texto “Los rendidos: Sobre el don de perdonar”
nos muestra cómo su madre a pesar de ser militante senderista jamás dejo de
mostrar afecto y preocupación por él y su hermano. (Aguero, 2015) Se evidencia
entonces que los senderistas además de militantes, eran hermanos, padres,
madres, hijos, vecinos, alumnos, profesores, etc. Reducir su vida y sus
acciones solo al “terrorismo” nos impide comprender mejor a una organización
que hasta estos días nos genera dudas. Para poder, parafraseando a Dynnick
Asencios en su texto “La ciudad acorralada. Jóvenes y Sendero Luminoso en Lima
de los 80 y 90”, entender que el PCP-SL nunca fue un grupo homogéneo,
herméticamente cerrado y con todos sus militantes fanatizados. (Asencios,
2016)
Espero que no se entienda lo dicho
anteriormente como una “defensa” del senderista (ese sería el problema de
llevar la figura de víctima-victimario al extremo, ya que ellos solo serían
víctimas de su época) sino la puesta en debate de que el término “terrorista”
es insuficiente para entender al partido y a sus militantes.
Del mismo modo, y es
donde centraré la atención en el artículo de hoy, es insuficiente reconocer a
los campesinos en particular y a las “víctimas” que se encontraron entre “dos
fuegos” en general solo como “víctimas”.
No es que en efecto
no hayan sido víctimas; las violaciones sexuales, las desapariciones,
asesinatos, el reclutamiento forzado, las torturas. Son situaciones por las que
ellos pasaron y que en efecto las convierte en víctimas, pero una vez más es
insuficiente para comprender la manera de cómo reaccionaron y actuaron frente a
situaciones límites que se presentaban en su día a día donde sobrevivir era
para muchos la única meta.
Pero entendamos mejor
esta situación. Aunque víctimas hubo en cada uno de los lugares donde se
desarrolló el conflicto armado en el Perú debemos tener claro que la sierra
central y sur fue la más afecta[2]. Si revisamos datos de la
CVR[3] de las casi 70 000
víctimas fatales el 75 % tuvieron como lengua materna una diferente al
castellano.
En un inicio PCP-SL
puede tener un acercamiento con las comunidades campesinas, que no
necesariamente los apoyaban, sino que los toleraban y los escuchaban, por lo
menos los “compas” no le parecían malas personas. Es que PCP-SL comienza a
ganarse a la población campesina resolviendo problemas estructurales a los
cuales el Estado, casi inexistente en esa zona, no había ni prestado atención y
si lo hizo nunca actuó de manera efectiva.
El abigeato, el adulterio, el alto consumo de alcohol comenzará a ser
castigado por parte de los “compas”. Latigazos, corte de cabellos y cejas, etc
serán castigos para aquellos que una vez advertidos sigan realizando estas
acciones. Así entre el 80-82 el abigeato, que tanto daño les hizo a las
comunidades campesinas, desaparece. Sin embargo, en su idea de “batir el campo”,
dentro de la estrategia militar de Sendero Luminoso, existía la necesidad de
generar vacíos de poder dentro de las comunidades campesinas, para luego suplir
ese vacío con autoridades impuestas por ellos. El asesinato como forma de
castigo es rechazado por la población. Frases como “castiga pero no mates” son
comunes en los recuerdos de campesinos[4] y para Carlos Ivan Degregori
esta frase “marca el límite de la aceptación campesina, al menos en el
ámbito de los llamados juicios populares. Es un límite que llega a desesperar a
los cuadros senderistas”. (Stern, Steven, 1999) Es cuando el PCP-SL muestra su verdadera cara que las poblaciones
campesinas muestran rechazo hacia este, por otro lado de forma paralela las
FF.AA asumían la responsabilidad de las políticas antisubversivas, es así que
desde el año 83 al 85 u 86 comienza la etapa en la que la población se
encuentra entre “dos fuegos” o en palabras de los comuneros empieza el “tiempo
del miedo”, o de los primeros “senderólogos” la “guerra sucia”.
Durante estos años
suceden cosas muy particulares. Por ejemplo algunas comunidades campesinas se
desencantan del discurso liberador, igualador y justiciero de SL ¿cómo aquellos
que dicen que luchan por los pobres son capaz de matar de una manera tan atroz?[5] Esto los hacía inclinarse
por un apoyo hacia las FF.AA, pero no es raro encontrar casos contrarios que
respondieran a lo planeado por SL. Es decir ¿cómo aquellos que deben defender
la vida de los peruanos los matan sin motivo alguno?, recordemos que si SL
usaba la técnica del “pez en el agua” los militares decidieron “secar el agua”
o “envenenar el agua”[6]. La identificación de SL
como un mal menor porque “mataban menos” llevaba a brindar cierto apoyo, nunca
incondicional, a los “compas”.
Tanto las FF.AA como
SL detectaban o identificaban “zonas rojas” (“zonas liberadas para SL) como
“zonas reaccionarias” (zonas patriotas para las FF.AA). Esta identificación
llena de prejuicios llevo a una secuencia de acciones violentas bajo la lógica
del “ojo por ojo” entre las FF.AA y SL.
Sin embargo, y aunque en este periodo de la guerra fue donde más gente murió,
la población campesina jamás se rindió.
Debo decir que
desarrollaron una serie de mecanismos de defensa o sobrevivencia. Por ejemplo
la “mimetización con el agresor” cuando las huestes de SL llegaban al pueblo
lanzando arengas a la revolución y al presidente Gonzalo, la población mostraba
su apoyo, arengaba y marchaba; cuando eran los “cabitos” los que llegaban a la
zona izaban la bandera o cantaban el Himno Nacional citaré un testimonio
recogido por Marté Sanchez recogido en
su tesis texto “Pensar los senderos olvidados de la historia y memoria” para evidenciar esto.
“de los dos
lados venían (…) ¡bravo era ese tiempo! Si venían los militares decíamos ¡viva
el Perú! Y cuando venían los terroristas decíamos ¡Viva el cámara Gonzalo! Con
esos gritos nada más nos salvábamos! (Sanchez, 2007)
Esto hacía suponer a
los agresores que la población estaba con ellos, sin embargo lo único que
hacían era no “enojar” a la bestia.
Aunque fue un mecanismo de defensa que les permitía
sobrevivir, no siempre obtenían los resultados que esperaban. Marté Sanchez también
cuenta como un grupo de militares vestidos como campesinos y haciéndose pasar
por “compas” engaña a una población campesina, el resultado sería 8 campesinos
detenidos, desaparecidos y asesinados.
A la lógica
anteriormente señalada podemos agregar lo que Carlos Ivan Degregori menciona en
su artículo publicado en “Los senderos insólitos del Perú” de Steven Stern.
Degregori explicará que entendía Ster
por la “adaptación en resistencia”.
“De la aceptación pragmática de los
primeros años, no se pasó a la identificación de largo plazo. Salvo en algunos
bolsones, la relación se congeló en esa adaptación-en- resistencia, ubicada entre la aceptación y la rebeldía
abierta.” (Stern, Steven, 1999)
Me
parece necesario citar también el testimonio que coloca Degregori en su
artículo cuando hace referencia a la “adaptación en resistencia”:
El teniente gobernador [autoridad
estatal] sigue pero clandestino, o sea, cuando vienen los compañeros decimos
que no tenemos teniente, que no tenemos hace tiempo, que nos han quitado nuestros sellos, así... y cuando
viene la reacción, bueno, las autoridades salen
para que no haya problemas con el
pueblo, o sea clandestinamente nada más están...
(Pedro, adulto joven). (Stern, Steven, 1999).
Está “adaptación en resistencia” muestra otra forma de
cómo los campesinos se las ingeniaban para poder escapar al peligro o para
poder mantener antiguas formas de gobierno que se destruyeron con la presencia
de SL y las FF.AA.
Mantenían
clandestinamente las autoridades de antes, para poder organizar a la población,
los varones jóvenes y adultos en particular dormían en las zonas altas o en
cuevas, ya que estos eran los más buscados por ambas fuerzas. Sin embargo estas
acciones dejaban vulnerables a mujeres y niños. Las primeras sufrieron de
manera casi cotidiana violencia sexual o física y los niños muchas veces fueron
reclutados por los Senderistas para conformar sus “ejercito de reserva”.
Otro episodio narrado
en la tesis de Marté Sanchez, nos comenta cómo cuando unos compas llegan a un
pueblo de Ayacucho, los pobladores revientan una dinamita y comienzan a gritar
“cabitos, ahí vienen los cabitos”, las huestes de SL huyen. Sin embargo estas
acciones más avezadas terminan en una venganza senderista muchas veces
demasiado radical.
Con lo relatado
anteriormente espero poder haber dejado en claro cómo es que aunque hayan sido
“víctimas” nunca fueron pasivos. La formación de ANFASEP es una muestra más de
organización para pedir justicia cuando la situación de violencia seguía
álgida. La vida, a mi entender, nunca es sobrevalorada y nos puede llevar, en
situaciones caóticas, a realizar acciones de cualquier tipo solo para
mantenernos vivos. Así podemos recuperar el carácter de agente de las gente que
vivió esa época y no pensar que simplemente respondían a superestructuras:
“Ejercito”, “PCP-SL”, “Iglesias”, “Estado”, “Comunidades campesinas” (estás
Últimas tildadas de pasivas)
La idea central, sobre la que me gustaría se comience
a reflexionar, es a cuánto estamos dispuestos a ceder para poder entender mejor
una parte de nuestra historia que para muchos ya está cerrada. El camino hacia
un debate público, horizontal que interpele a nuestra ciudadanía sobre lo que
pasó, por qué ocurrió, cómo se desenvolvió y cuáles son las acciones que
debemos tomar para recorrer el camino de la reconciliación.
Es en ese sentido que
dejar de lado visiones dicotómicas que interpretan nuestro pasado se vuelve una
tarea pertinente, en especial cuando las explicaciones de carácter
“estructural” no terminan de contestar todas nuestras preguntas y el
acercamiento a los actores nos puede llevar a descubrir partes de una historia
que siempre estuvieron ocultas y que cuando salen a luz pueden generar cierto
rechazo.
Bibliografía
Aguero, J. C. (2015). Los Rendidos: Sobre el don
de perdonar. Lima: IEP.
Asencios, D. (2016). La ciudad acorralada. Jovenes y
Sendero Luminoso en Lima de los 80 y 90. Lima: IEP.
Rénique, J. L. (2015). Incendiar la pradera. Un ensayo
sobre la revolución en el Perú. Lima: La siniestra Ensayos.
Sanchez, M. (2007). Pensar los senderos olvidados de
historia y memoria. La violencia politica en las comunidades de Chushi y
Quispillaccta. Lima: Fondo editorial de la facultad de ciencias sociales.
.
Stern, Steven. (1999). Los Senderos Insolitos del Perú.
Guerra y Sociedad,1980-1995. Lima: IEP-UNSCH.
[1] No es mi intención en
este texto mostrar mis críticas fuertes hacia SL ni explicar su surgimiento,
composición o desenvolvimiento durante el conflicto armado interno. Sin
embargo considero necesario decir que rechazo la violencia indiscriminada que
usó en sus ansías por alcanzar el poder.
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